periodismo loreto

Articulos escritos por el periodista Jaime Vásquez Valcárcel desde Iquitos, capital de la Amazonía peruana.

Thursday, September 07, 2006

El recreo de Vaporito


ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Con su voz uno alcanzaba la gloria y conste que su nombre, aunque usted no lo crea, es también Glorio. Pertenece a una época gloriosa de la radiodifusión loretana. Es decir, cuando en las radios se hacía locución. Cuando para conducir un programa –aunque sea musical- no bastaba el requisito absurdo de ser pariente del dueño de la emisora o ser, en el peor de los casos, aspirante a yerno del propietario. Como es hoy. Yo, en mi mente infantil pero radiofónica, pensaba que se llamaba Vaporito y estaba confundido. Su nombre sigue siendo Glorio Alfonso Yalta Gaviria y conducía con maestría casi inigualable “El Recreo de Vaporito” que era mi eterno recreo y cada vez que creo escuchar su voz en mi mente maldigo la hora de su retiro, pues cuánto quisiera que mi hijo escuchara, por ejemplo, el preámbulo de cada canción. Era casi literatura. ¿No me creen? Por mucho tiempo –y lamentablemente se perdió en una de esas tantas mudanzas entre Lima e Iquitos y luego talvez Punchana- conservé una cinta magnetofónica –así se dice, ¿verdad “Pepino”?- donde Vaporito presentaba a Roberto Carlos con su tema “cóncavo y convexo”. Cuando se hablaba de sexo en las emisoras con decencia y docencia. Cuando se hablaba de amor sin temor y con amplitud. Sin perder el respeto al oyente. Cuando se escuchaba radio no sólo para enterarse de los acontecimientos sino para aprender, inclusive en los programas musicales. Roberto Carlos era grande pero crecía aún más en las palabras de Vaporito. No me cabe duda. En esa misma cinta conservaba la presentación que el mismo Glorio hacía del tema “Te amaré” del legendario Miguel Bosé donde, entre otras cosas, hablaba del amor entre personas del mismo sexo. Qué barbaridad, para esa época. Pero la mariconada, en la voz de Vaporito, se hacía más tolerante. Sin dejar el humor, recuerdo, a los jóvenes y niños –yo todavía lo era en ese verano lluvioso selvático de los últimos años de la década del 70- nos hacía entender que las letras de las canciones, aparte de servir para bailar también deben servir para pensar. Yo, confieso, disfrutaba con el programa de Glorio. Le imaginaba un superhombre, un ser sobrenatural. Inalcanzable, pues.

Años más tarde, cuando ingresé al mundo –algunos dicen que es mundillo, yo no creo que sea así- del periodismo le conocí personalmente. Hacía sus últimos programas en Radio Loreto porque alguien le había metido a la cabeza que podía convertirse de locutor exitoso en broadcaster privilegiado. Lo suyo era la locución, la espontaneidad frente al micrófono, la conversación con los oyentes. Demoró en darse cuenta. Tanto que cuando quiso regresar a la locución ya no había –ya no hay- espacio para él-. Y está bien que no lo haya porque la chabacanería, la mediocridad, la mariconada frívola y tantas lacras más se han apoderado de las radios en todo sentido. Por eso no tiene lugar. Vaporito nunca sirvió –y él lo acepta de muy buena gana- para estar tras un candidato, no ha nacido para ser un hipócrita más de la radio, no sirve para dueño y patrón sino para animar a la gente. Luego de haber andado de oficina en oficina, de pagaré en pagaré, de préstamo en préstamo, decidió vender su radio. Chapó el dinero, se dio una vuelta por los yunaites y hoy se le puede ver por la calles de Iquitos en busca de problemas cuando antes no podía solucionar los que tenía. Paradójicamente, Vaporito está disfrutando de su propio recreo cuando antes todos esperábamos su programa para recrearnos como lo hago yo en estos momentos que escribo este artículo y, felizmente, puedo disfrutar de Roberto Carlos y Miguel Bosé pero ya no –desgraciadamente- de la voz de este locutor llamado Glorio Alfonso Yalta Gaviria, a quien todos conocíamos como Vaporito.

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