periodismo loreto

Articulos escritos por el periodista Jaime Vásquez Valcárcel desde Iquitos, capital de la Amazonía peruana.

Thursday, December 14, 2006

Diciembre 2005-Diciembre 2006

En diciembre del 2005 este diario contrató los servicios de Héctor Tintaya Feria para que asumiera la subdirección y, en buena cuenta, llevara la batuta periodística de este medio porque quien éstas líneas escribe quería trabajar-disfrutar en una especie de año sabático similar al que tienen los docentes universitarios. Ya estaba todo preparado para que desde enero del 2006 mirara de reojo las ediciones de Pro & Contra. Sólo había algunas situaciones que finiquitar.

Quién diría que un suelto aparecido en la sección “Jhodernet” – como en tantas otras oportunidades - cambiaría radicalmente todo lo pensado. Fue una llamada que consideramos ofensiva en términos periodísticos e inaceptable en términos personales. Una autoridad tuvo la osadía de amenazar con algunas cosas que felizmente están registradas en audio y desde ahí tuve que suspender todo porque se trataba de una cuestión de orgullo periodístico. Esa autoridad –hoy en verdad ya no vale la pena ni siquiera nombrarla por las consideraciones que explicaré al final de este artículo - creyó que estaba tratando contractualmente cuando en realidad se trataba de una cuestión de buenas maneras, de buenas formas y de respeto mutuo.

Creyó que estaba tratando con asalariados cuando en verdad la situación no pasaba por ceros más o ceros menos ni a la izquierda ni a la derecha. Ese personaje, como en toda su gestión, careció lastimeramente de alguien que supiera el mínimo manejo de “Imagen Institucional” y que le asesorara y tuviese un trato de periodista-autoridad con un mínimo de decencia. Quizás guiado por el instinto y por los antecedentes que le tocó solucionar en similares situaciones creyó que el asunto pasaba por aumentar las cifras de un contrato publicitario. Pero se olvidó que un ingrediente principal del orgullo periodístico es el honor y ahí no hay transacción. Ninguna transacción monetaria.

Así, desde febrero de este año que se va destapamos todos los casos posibles y probables de malos manejos y el personaje montó en cólera y ¿saben lo que hizo? Lo que le aconsejan los mediocres. Tratar de cerrarnos por todos los medios. Nosotros estábamos seguros de nuestras informaciones. Lo probable se hacía evidente. Lo posible se hacía concreto. El personaje llamaba a los principales funcionarios de las empresas donde tenía injerencia y les conminaba a quitarnos la publicidad que el profesionalismo les exigía. Le convencieron para que judicializara el asunto y no le importó dedicar algo de su tiempo al propósito de inmiscuirnos en un problema judicial, aún sabiendo que él mismo podría terminar judicializando su gestión y sus signos exteriores de riqueza. Al haber fracasado en su propósito de “dejarnos sin piso” financieramente porque creyó equivocadamente que con eso aseguraba nuestro silencio, le convencieron -los ayayeros y ayayeras que nunca faltan al lado de alguien que detenta aunque sea un poquito de poder- que, primero publicara un aviso a toda página en un diario local usando un mercenario de la pluma y, después repartiera volantes denostando de nuestro trabajo. Se sirvió de abogados, colegas y empleados suyos en ese intento. Fracasó en su propósito y, como no podía ser de otra forma, también fracasó en su intento de quedarse unos años más en el puesto que todavía ostenta.

Era risible ver a los “mejores periodistas”, era cómico observar a los “periodistas independientes”, era bufonesco ver a aquellas cuyas “locas ilusiones las sacaron de su pueblo”, hacerle (entregarle es mejor decir) entrevistas más echadas donde le daban las preguntas en bandeja y las respuestas eran por demás pendencieras. El susodicho clamaba en todos los vientos radiales y televisivos –de la prensa escrita mejor ni hablar por respeto al género- que iba a ganar porque así lo sentía en plazas y calles y nadie le recordaba que en el Mercado de Belén le habían estropeado verbalmente y a donde iba llevaba su portátil porque de lo contrario recibía silbidos donde antes le aplaudían. Recibía vociferaciones donde antes le agradecían. Inclusive dos días antes de la gran fecha se mostraba seguro de su triunfo porque “las encuestas respondían a intereses de los que tienen plata”. Es decir, más mermelada no podía existir para tan poco pan. Hasta que llegó el día de las elecciones y, enterado de los resultados, el personaje recibió su merecido, como dicen en mi pueblo. Ni él mismo esperaba esa bofetada ciudadana. Sus más optimistas ayayeros decían que estaba en un triple, seguramente porque les triplicó el presupuesto asignado y, claro, ellos no se tienen la culpa. Hasta una publicación llegó a decir, en el colmo del servilismo genuflexo que el personaje había recibido con calma el resultado y se mostraba feliz por los votos obtenidos. Cuando lo que en realidad hizo fue una cura de silencio sólo suspendida porque en los últimos días de gestión quiere dar la impresión que se preocupa por el pueblo y que concluye en las últimas horas las obras que por meses las mantuvo abandonadas. Pero como acá no nos dejamos engañar ya sabemos que más que el propósito de concluir obras lo que le interesa es “dar” una imagen de “eficiencia” a quienes en Lima le han prometido darle una manito para que puedan recomendarle para un cargo público, aunque para eso se topan con una valla infranqueable en este mundo competitivo: el personaje no tiene título académico que mostrar porque siempre se ha guiado por su estrella de la buena suerte que, dice, nunca lo abandonará.

Estamos en diciembre del 2006 y este diario está por prescindir (o, mejor viceversa) de los servicios de Héctor Tintaya Feria porque “el serrano” siente que su tierra le llama. Y, vaya, que no es cualquier tierra, señores. Pero en el fondo sabe que su partida será difícil porque no hay partida presupuestal para ello. Y, en medio de ese fuego cruzado que siempre es el periodismo, hemos reafirmado nuestro compromiso con la profesión e intentamos cada día reinventar el mundo, amar lo que hacemos y, a pesar de todo, cultivar nuevas amistades en esta difícil tarea de fajarnos en busca de información. Por eso creo que aquel diciembre del año pasado es similar al de hoy, sólo con una diferencia: hemos comprobado que las autoridades quieren un periodismo frágil y que no haga honor al himno de la patria. Y que siempre habrá cabida para todos. Absolutamente para todos.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home