periodismo loreto

Articulos escritos por el periodista Jaime Vásquez Valcárcel desde Iquitos, capital de la Amazonía peruana.

Thursday, December 28, 2006

Herman Silva nos ilustra

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcácel

Uno lee la sección de Economía del diario más grande del país y ve con asombro la cifra: “El Perú ha crecido 6.5%, la tasa más alta en ocho años y se prevé que para el 2007 la cifra se expanda a 7%”. Mamita, qué buenas cifras. Y eso que no hablamos de los saltos acrobáticos que dan algunos redactores cuando ponen en blanco y negro que las reservas nacionales se han incrementado y cada día crecen más. Pero no todo es color de rosa y no todo es cifra oficial, como bien lo sabe el propio Presidente Alan García que ha dicho que se hará otro censo porque el que tuvimos hace dos años no sirvió para nada. Plata tirada al agua en un país que no sólo se muere de sed sino que ya se ha acostumbrado a las frías cifras de los economistas de escritorio que nos leen sus datos como si los peruanos necesitáramos que alguien nos maquille el rostro de la pobreza.

Pero siempre habrá gente que no baile al son de las cifras oficiales. O, mejor dicho, siempre habrá alguien que diga toda la verdad, por más que ella sea dolorosa. Ese alguien está en nuestras narices y es un profesional que –para variar- ha llegado de otros lares. Don Herman Silva es Director del Hospital Apoyo Iquitos y desde ese rincón hospitalario nos ha dicho en nuestra cara pelada que un tercio de los niños en Loreto tiene desnutrición crónica. Es decir, nuestros infantes, esos que los políticos llaman demagógicamente “el futuro del Perú” no podrán desarrollar habilidades. En buen cristiano, hoy que estamos aún con la resaca de la fiesta navideña, esos niños no servirán para nada. Suena fea la frase pero es la purita verdad. Esos niños que mostramos como los rostros emblemáticos de nuestra floresta estarán en inferioridad de condiciones hasta de los que toman ese producto del Programa del Vaso de Leche que todos los estudios han demostrado que tampoco sirve para algo. Esos niños malnutridos a los que todos –y me refiero a la sociedad en pleno, sin excepciones- llevamos chocolate y panetón antes del 24 de diciembre, no podrán desarrollar habilidad físicas y, menos pues, mentales, intelectuales. Esos mismos niños ni siquiera podrán hacer comprensión lectora. No podrán comprender lo que leen. Entonces, para que les sirve aprender a leer cuando el sueño les vence a las 10 de la mañana porque no están alimentados para recibir el alimento de la lectura. Y esos niños tampoco podrán ingresar a las universidades, no porque carezcan de dinero para comprar el prospecto –que eso se puede obtener de alguna forma más o menos decente- sino porque no comprenderán nada de lo poco que reciben como clase en las aulas escolares.


El mismo Herman Silva –que maneja cifras sobre desnutrición y salud de una manera didáctica- afirma que la meta de Robinson Rivadeneyra, cuando empezó su gobierno hace cuatro años, fue reducir de 34 a 15 por ciento el nivel de desnutrición. Y que no sólo no ha disminuido sino que la desnutrición ha aumentado a tal punto que –ya no nos comparemos con otros países- los niños de Loreto tienen una diferencia de talla con respecto a los de Tacna de cinco centímetros. Y todos sabemos que la talla de los infantes está en relación directamente proporcional con el nivel de nutrición que puedan tener, con la salvedad –claro está- de los que por cuestiones genéticas no aumentarán su talla como los demás.


Y las cifras que entrega el doctor Herman Silva a quienes quieran escucharlo es para alarmarse porque del total de pobladores el 40 por ciento está entre los 0 y 15 años y de éstos el 20 por ciento es menor de 5 años. Y estos menores de cinco años tienen desnutrición crónica. Están condenados a ser ciudadanos de tercera clase, de última categoría. Aunque hablar de clase o de categoría para ellos no tenga la más mínima importancia porque, primero que ni siquiera se han enterado de su situación y los que sí lo están muestran total indiferencia para revertir esta realidad. Y, encima hay algunos periodistas que afirman incansablemente que la desnutrición es una batalla que debemos librarla todos. Mentira, grito desde el rincón de mi oficina. Mentira porque quienes manejan el presupuesto para combatir la pobreza son las autoridades y los funcionarios. Y muchos de ellos –me refiero a las autoridades o funcionarios-están preocupados en las cifras. Pero no en las de la desnutrición sino en las de la coima que, como se sabe, es uno de los males endémicos que trasladado al sector salud es triplemente criminal.Porque, siempre siguiendo el camino de las cifras que entrega Herman Silva, el mismo Banco Mundial ha realizado un estudio que le ha llevado a afirmar que de cada 100 dólares que se destina para los programas sociales, sólo 40 llegan a sus destinatarios, en el camino se queda 60. Y ese camino no se crea que es el de la empleocracia únicamente sino el de la corrupción y el de la coima que ha determinado –esto ya según un estudio realizado a nivel nacional en los diversos municipios del país- que el Programa Vaso de Leche que con tanto esfuerzo y visión instaló Alfonso Barrantes Lingán en Lima Metropolitana –cuando en este país los políticos acostumbraban a cumplir sus promesas electorales- y que lejos de toda mezquindad Fernando Belaunde lo expandió a todo el país no hace otra cosa que aumentar a los famélicos. Es decir, como sucede normalmente en nuestra patria, este programa tiene resultados distintos a los que motivó su creación y, como también sucede normalmente, hace multimillonarios a los políticos y empresarios mercantilistas que, encima, se rasgan las vestiduras, alardeando que programan chocolatadas para Navidad cuando los demás 364 días del año lejos de ser papanoeles son en verdad Herodes en todos los sentidos.

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