periodismo loreto

Articulos escritos por el periodista Jaime Vásquez Valcárcel desde Iquitos, capital de la Amazonía peruana.

Wednesday, December 27, 2006

Orgullo amazónico

Siempre he considerado que ir a escuchar a Explosión es una cosa seria. Claro que hacerlo ebrio es a veces más divertido que hacerlo con cierta ecuanimidad. Como un aficionado más mi sobrino compró dos boletos por diez soles la víspera de la Nochebuena con el propósito de pasarla bien. Lo primero que encontramos fue una Betina un poquito subidita de peso, pero con la misma voz sensual de sus inicios y desde cuya cuerdas vocales hasta el portugués más arcaico se hace melodioso. Después, viendo bien, nos dimos cuenta que Alice, la bailarina más sensual y contorsionadora que estos ojos hayan visto, ha regresado para beneplácito de quienes la admiramos y nunca la tocamos. Volvió, me dijo alguien, porque el novio que tenía y quien nos había privado de apreciarla, ya no era más su novio. Celebramos ese rompimiento en nombre del baile y la diversión. Bienvenida de vuelta Alice y ojalá el próximo novio que se cruce en tu camino no sea tan celoso y anticuado. “Hay poca gente porque se están guardando para Navidad”, nos dijo el vendedor de cervezas y no nos quedó otra que esperar al día siguiente, no sin antes escuchar que el bullicioso Papo nos invitara a comprar un celular movistar porque están baratos. “Eso ya me suena a publicherri”, dijo él mismo. Antes de la partida una vueltita por el área chica nos hizo comprobar que los sapasos de ambos sexos están en el extremo derecho, ahí juntito a los fundillos de las siete bailarinas. No podíamos faltar en la Nochebuena.
Después de la cena en nombre del niño Dios fuimos con Iván –mi sobrino- a comprobar que la cena mayor estaba en el Complejo. Claro, la entrada estaba unos soles más que la noche anterior. Esta vez tuve que pasar por caja y entregar 15 soles por los dos. La gente hacía cola. Eran las dos de la mañana y parecía que recién empezaba la jarana. Una docena de chicas solas ingresaba por la punta izquierda. Una decena de muchachos entraba por el lateral derecho. Medio en la penumbra Raúl Flores, el dueño de Explosión, celebraba la Navidad con un trago escocés y un pequeño grupo de amigos, mientras el vendedor de cerveza se quejaba porque “hace 30 días han dejado 15 cajas de Barena y sólo ha salido una caja”. Hay niñas que no pasan los 18 años que llegan con el mejor vestido de la temporada y, a su lado, unos lobos que sacan la billetera y ponen una caja al centro. Hasta se dan el lujo de buscar bronca tirando al aire el líquido elemento. A un costado nuestro una chiquilla que bien sanita y santita implora a un pata para que no se moleste por haberla encontrado en el Complejo. “Yo no soy como mis amigas”, llegó a escuchar mientras Ofelia Chávez más oportuna que nunca dice: “es mentiroso ese hombre, es mentiroso”. La pareja se va a un costado al notar que acerco la oreja y un rato después pasan empujándome y agarraditos de la mano. Ya están en la pista de baile y de ahí los rumbos del amor pueden seguir caminos más revoltosos. Ya son las tres de la mañana y un pata con blue jean, zapato negro y un polo nada llamativo de la selección holandesa empina el codo como no lo haría nunca el número 11 de los otrora “naranja mecánica”. Pocos minutos después un borrachito es llevado en vilo por dos amigos pero no suelta para nada la toalla de Sporting Cristal que sostiene en el cuello. Tremendos jugadores. Ya son las cuatro y Herbert Vela nos deleita con el idioma de Hemingway que haría levantar al escritor norteamericano. Pero en este caso no importa el idioma sino el son y eso es lo que sobra. “Tropic Service es la mejor empresa de refrigeración”, dice Papo. Lo que es un aviso que al menos Juanín Pinto está en la pista de baile, aunque no sea para bailar. Son las cuatro de la mañana y el negro Colao sigue con las pilas puestas. “Cómo se pide salsa”, llega a decir antes de interpretar la música afro-peruana-caribeña-americana. Son las cuatro y media y esto debe terminar a las cinco de la mañana le digo a mi sobrino y mejor nos vamos porque de lo contrario muchas cosas se pueden terminar –como la paciencia de Mónica- en mi casa. Salimos raudos no sin antes gozar con la interpretación de David Nuñez y su poupurri regional donde ha cambiado de ritmo a las composiciones de Javier Isuiza. Así que aquello de “sipi sipi vas a llorar cuando veas que otra mujer…” nos invita a quedarnos pero hay deberes sagrados que cumplir. Raúl Flores sigue con el mismo trago de toda la noche y más que una Nochebuena parece un día de guardar para el dueño de Explosión.
Después de tanta jarana el lunes será de descanso. Se supone. Llegamos a las 8 de la noche al COA y ya se ha sumado a la comitiva un sobrino más –Memo- y como todo tío que se respete meto la mano a la billetera y los 15 soles sólo sirve para el ingreso. Al costado de la puerta Icho –el administrador de la orquesta- y el dueño conversan sonrientes de oreja a oreja. Tienen motivos para estar alegres. Llevando alegría a la gente ellos alegran sus bolsillos. La noche-madrugada anterior ingresaron más de 6 mil personas al Complejo. Tocaron hasta las seis y media de la mañana. Miles de botellas de cerveza se vendieron. Aunque “la Barena” sigue varada y sólo es consumida por gargantas delicadas y bolsillos más amplios. “Cómo ha engordado Totti” me dice mi sobrino y señala un tipo con la casaquilla del futbolista pero en versión obesa, charapa y –encima- ebria. Herbert Vela revienta el escenario melodiosamente con un combinado del rock peruano que marcó época. “Yayayayayayayaya, yayayayayay, yo vivo por Magdalena…” está para llorar de diversión. El escenario revienta de éxtasis. Son las 11 de la noche y la orquesta tocará hasta las 12 de la medianoche. “Porque la gente mañana tiene que trabajar”, nos dice uno de los organizadores. Mientras empleados cargan planchas de hielo porque “en el bar tres falta cerveza, Raúl”. Nutrida, expresiva, explosiva la gente.
Tres noches –sin un trago encima- escuchando a Explosión me demuestra una vez más que es el mejor grupo musical y es –sin ordenanzas ni decretos de por medio como se hizo para “la perlita de Iquitos” para denominarla como emblema de la ciudad- el orgullo amazónico. Porqué dirán los incrédulos y los envidiosos del éxito ajeno. Por varias cosas. Porque congrega miles de personas, hace vibrar a grandes y chicos, porque da trabajo a cientos de personas –uno de ellos que tiene 73 años y recoge las botellas vacías, me dice: “me mantengo así por el ejercicio que hago en estas fiestas”-, porque ha vuelto Alice para nunca más irse de las tablas, porque hace que Bettina siga saludando con su manita inocentona, porque une a burgueses y proletarios en torno a una pandilla loretana, porque me permite demostrar a mis sobrinos que aunque el tiempo pase y se nos vaya la vida la música, así interpretada, es un orgasmo público e impúdico. Y, todavía, este viernes 29 habrá bailongo con entrada gratis como una especie de Thanksgiving charapa, claro que las chelas costarán igual, no habrá pavos como el cuarto jueves de noviembre en Estados Unidos, pero sí varios paveros, entre los que espero estar porque –confieso- nunca he pagado tanto para ver a Explosión y nunca me he divertido tres días seguidos sin probar trago alguno.

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