periodismo loreto

Articulos escritos por el periodista Jaime Vásquez Valcárcel desde Iquitos, capital de la Amazonía peruana.

Wednesday, January 31, 2007

A un año de la injusticia

El bien enterado columnista del diario “La República”, Mirko Lauer, escribió el último domingo refiriéndose al arriesgado trabajo periodístico que “También a las autoridades locales les molesta la tarea fiscalizadora del periodismo, que en los pueblos más chicos puede tener el impacto de varios megatones. La mezcla de periodismo y luchas entre bandos locales ha demostrado ser particularmente explosiva”. Esta frase es terriblemente certera. Y lo he vivido en carne propia casi todo el año pasado. Claro que, felizmente, no he usado el diario que dirijo para exponer diariamente los ajetreos en que me metían los canes de la autoridad fiscalizada. Y confieso que hubo canes empresariales, constructores y, qué iban a faltar, varios colegas y postulantes a colegas.
Una autoridad despreciada por el pueblo –las cifras electorales están como prueba- inició un proceso contra este articulista y desde el inicio contó con el apoyo de quienes en ese momento eran sus empleados. La razón era simple: no le gustaba la crítica y, habituado a tener un coro uniforme mediático, le era insoportable apreciar las portadas de este diario dando a conocer lo que trataba de ocultar. Adquisición de propiedades, utilización de los recursos ediles para asuntos personales, viajes no explicados a Lima y al exterior, relaciones grises, bonificaciones desproporcionadas eran lo que aisladamente tocábamos mientras el coro seguía su trabajo. Como nos consideraban una voz aislada y en la radio sólo LVS Digital se negaba a seguir la monotonía que se solicitaba desde la mediocridad de la Oficina de Imagen Institucional no había otro camino que la persecución artesanal. Eso se multiplicó cuando los resultados electorales demostraron que el pueblo entendió el mensaje casi huérfano que difundía este diario. La autoridad magullada lejos de escarmentar sobre su desastrosa gestión lo que hizo fue más de lo mismo. Es decir, mediocridad, venganza, utilización de los recursos del Estado, complicidad lamentable de algunos empleados suyos y el servilismo laboral de gente que hasta ese momento había demostrado cierta decencia.
Yo sentí en carne propia esa condición humana de la que está hecha dicha autoridad. Y lo comprendo pero no lo justifico. Una noche al salir del programa que conducía se acercaron dos policías para detenerme. La acción solidaria de Douglas Flores y Gerardo Barba lo impidieron y con la intervención del doctor Warren Gonzáles se calmaron las cosas y los dos policías tuvieron que escabullirse antes de retirarse. Eso fue un viernes. El lunes al terminar el programa otro policía quiso detenerme sin lograr su propósito, gracias a las pericias motociclísticas de este articulista. A la mañana siguiente había que ir al Juzgado respectivo. No había ningún motivo para detenerme. Menos en la forma en que se pretendía hacerlo. Fui al Juzgado a dar mi manifestación. Pero otra vez un policía quiso llevarme a la carceleta. Los hechos posteriores me dieron una visión clara lo que el mediocre y sus seguidores tramaban. Querían verme entre rejas y convocar a los medios que pagaba para mostrarme como detenido y lanzar la infamia al aire. Como la intervención atinada de una dama -de la que no estoy autorizado a revelar su identidad- impidió que me encerraran, se puso en marcha el plan alternativo que no era otra cosa que “sembrar” en los medios la falsa versión. Al día siguiente todos repitieron el libreto. Ahí están los registros periodísticos de esa mentira. Inclusive una orate del periodismo se atrevió a dar lecciones sobre lo que ella ha convertido en el más vil de los oficios y, como ya es su costumbre, construir opiniones en base a falsedades quizás para seguir alimentando su enajenación. Ningún medio tuvo la delicadeza de rectificarse ante la metida de pata al que los indujo la autoridad de turno. ¿Cómo respondí? Con el silencio meditado que me daba saberme dueño de lo que hago. Se me quería detener sin razón y nadie dijo que se trataba de un tema de libertad de expresión. Hoy sigo con la misma entereza de esos días y ¿por qué recuerdo esos días de noviembre del año pasado? Simple. Porque se cumple un año de haberse perpetrado una injusticia contra varias personas, entre ellas el actual vicepresidente del Gobierno Regional de Loreto. ¿Y dónde están esos mediocres que promovieron esa injusticia? Agazapados y derrotados. Mientras que quienes sufrieron por las miserias de dichas autoridades andan con la frente en alto porque nunca la bajaron, a pesar de las circunstancias. Y eso es digno no sólo de recordarse sino de reconocerse.

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